Semana 2. Jacuzzi.
- Rafa, ¿cuánto tiempo llevas en la bici?
- Pues algo más de media hora. Todavía me queda otra media para terminar aquí y luego iré un rato a la piscina para hacer unos largos.
- Vale, ve a buscarme al jacuzzi cuando acabes, voy a la piscina ahora y luego me meteré un rato con las burbujas para relajarme, por hoy creo que ya es suficiente ejercicio.
Rafa y yo pasamos muchas tardes en el gimnasio. Nos gusta estar en plena forma para no quedarnos oxidados. Además, no me gustaría tener la barriguita que tiene mi padre, la verdad. Espero que no haya heredado esos genes de él, porque si no, entre la barriga y falta de pelo que suele haber en la mayoría de los miembros masculinos de mi familia, voy “apañao”. Por eso hago deporte casi a diario. Respecto a lo de la calvicie, parece que soy uno de los pocos a los que no le ha llegado la hora… y espero que no me llegue nunca.
Últimamente mi ritmo de vida ha sido bastante intenso. Con esto de no tener que trabajar tengo bastante tiempo para el ocio. Soy un aficionado de los deportes de riesgo. He saltado varias veces en paracaídas, he hecho puenting, y practicado alguno que otro más, pero sin duda, una de las cosas que más me gusta es la escalada y para ello hay que estar a punto. Aunque hacer este tipo de actividades no es algo que se pueda compaginar demasiado bien con mi afición a las salidas nocturnas puesto que suelo estar cansado durante el día y paso la mayor parte de éste durmiendo.
- Ah… ¡Qué bien sientan estas burbujas! – dice Pedro, un viejecito que casi siempre estaba ahí sentado con los pies en remojo-.
- Lleva usted razón Pedro, viene bien después de hacer deporte para relajarse un poco. Por cierto, ¿cómo está su mujer? – La pobre había sido ingresada en una residencia, había perdido el conocimiento tras sufrir un infarto y nunca volvió a abrir los ojos aunque seguía con vida. Lo mejor que pudieron hacer fue llevarla a un sitio especializado para que recibiese los cuidados precisos en cada momento-.
- Pues tirando hijo, tirando. Los médicos dicen que no mejora, pero qué le vamos a hacer, lleva ya así unos meses y parece que es irreversible. Ahora lo que me queda es disfrutar de mis hijos y de mis nietos, y rezar al altísimo para que haga un milagro. Por eso vengo aquí todas las tardes, para despejarme un poco la cabeza y pensar en otras cosas.
- Bueno hombre, ya verá como mejora la cosa y dentro de unos meses está disfrutando de la familia junto a ella.
- A ver si te escucha “el de arriba” y hace algo para que cambie la cosa.
Dios y yo nunca nos hemos llevado demasiado bien, quizá fuera porque en el colegio me metían mucha caña con el tema y cuando me vine a Tortuosa quise dejarlo todo atrás. Pero respeto las creencias de todo el mundo siempre que no hagan daño a los demás, ya que algunas personas, como Pedro, necesitan aferrarse a algo divino para no perder la esperanza.
- Leo, ya he terminado, ¿nos duchamos y nos vamos?
- Ah, hola Rafa. Claro, vámonos ya que me estoy arrugando. Hasta luego Pedro, espero que le vaya bien.
- Gracias hijo, cuídate tú también y disfruta de la juventud.
Después de la ducha caliente, salimos del edificio Rock&Gym. Un nombre que nada tiene que ver con el Rock&Roll. Se llama así por el rocódromo que tiene dentro. Es un edificio inmenso con unas instalaciones increíbles para cualquier tipo de deporte. Tiene una bolera, pistas de pádel, tenis, fútbol, baloncesto, etc. Y también zonas para la relajación, como saunas, jacuzzis y todo lo que un balneario de cinco estrellas puede tener. Eso sí, no sale nada barato.
Llevo a Rafa a su casa para que no se moje. Ambos tenemos coche, pero nos gusta cuidar el medio ambiente y por eso nos turnamos en usarlo cuando el tiempo no acompaña, para no contaminar demasiado.
- Bueno chaval, nos vemos mañana… o esta noche si te pasas por el Star, te invitaré a unas copas aunque tú seas el dueño.
- Ja ja, qué gracioso eres Rafa. Luego nos vemos.
Conduzco hacia casa con el volumen de la música al máximo. Mi casa y la de Rafa se encuentran en puntas opuestas de Tortuosa, así que me espera un pequeño viajecito por la autovía que bordea la ciudad para no tener que aguantar las colas que se forman a esta hora. Además hoy con la lluvia, todo el mundo habrá sacado el coche de paseo para no quedarse encerrado en casa, así que el tráfico en el centro tiene que ser una locura.
Cuando estoy frente a la puerta principal veo que la luz del salón está encendida, vaya despiste, toda la tarde chupando energía para nada. Saco la llave para abrir la puerta pero en ese mismo instante veo pasar una sombra por la rendija de la puerta y ésta se abre…
- ¡¿Mamá?!
- Pues algo más de media hora. Todavía me queda otra media para terminar aquí y luego iré un rato a la piscina para hacer unos largos.
- Vale, ve a buscarme al jacuzzi cuando acabes, voy a la piscina ahora y luego me meteré un rato con las burbujas para relajarme, por hoy creo que ya es suficiente ejercicio.
Rafa y yo pasamos muchas tardes en el gimnasio. Nos gusta estar en plena forma para no quedarnos oxidados. Además, no me gustaría tener la barriguita que tiene mi padre, la verdad. Espero que no haya heredado esos genes de él, porque si no, entre la barriga y falta de pelo que suele haber en la mayoría de los miembros masculinos de mi familia, voy “apañao”. Por eso hago deporte casi a diario. Respecto a lo de la calvicie, parece que soy uno de los pocos a los que no le ha llegado la hora… y espero que no me llegue nunca.
Últimamente mi ritmo de vida ha sido bastante intenso. Con esto de no tener que trabajar tengo bastante tiempo para el ocio. Soy un aficionado de los deportes de riesgo. He saltado varias veces en paracaídas, he hecho puenting, y practicado alguno que otro más, pero sin duda, una de las cosas que más me gusta es la escalada y para ello hay que estar a punto. Aunque hacer este tipo de actividades no es algo que se pueda compaginar demasiado bien con mi afición a las salidas nocturnas puesto que suelo estar cansado durante el día y paso la mayor parte de éste durmiendo.
- Ah… ¡Qué bien sientan estas burbujas! – dice Pedro, un viejecito que casi siempre estaba ahí sentado con los pies en remojo-.
- Lleva usted razón Pedro, viene bien después de hacer deporte para relajarse un poco. Por cierto, ¿cómo está su mujer? – La pobre había sido ingresada en una residencia, había perdido el conocimiento tras sufrir un infarto y nunca volvió a abrir los ojos aunque seguía con vida. Lo mejor que pudieron hacer fue llevarla a un sitio especializado para que recibiese los cuidados precisos en cada momento-.
- Pues tirando hijo, tirando. Los médicos dicen que no mejora, pero qué le vamos a hacer, lleva ya así unos meses y parece que es irreversible. Ahora lo que me queda es disfrutar de mis hijos y de mis nietos, y rezar al altísimo para que haga un milagro. Por eso vengo aquí todas las tardes, para despejarme un poco la cabeza y pensar en otras cosas.
- Bueno hombre, ya verá como mejora la cosa y dentro de unos meses está disfrutando de la familia junto a ella.
- A ver si te escucha “el de arriba” y hace algo para que cambie la cosa.
Dios y yo nunca nos hemos llevado demasiado bien, quizá fuera porque en el colegio me metían mucha caña con el tema y cuando me vine a Tortuosa quise dejarlo todo atrás. Pero respeto las creencias de todo el mundo siempre que no hagan daño a los demás, ya que algunas personas, como Pedro, necesitan aferrarse a algo divino para no perder la esperanza.
- Leo, ya he terminado, ¿nos duchamos y nos vamos?
- Ah, hola Rafa. Claro, vámonos ya que me estoy arrugando. Hasta luego Pedro, espero que le vaya bien.
- Gracias hijo, cuídate tú también y disfruta de la juventud.
Después de la ducha caliente, salimos del edificio Rock&Gym. Un nombre que nada tiene que ver con el Rock&Roll. Se llama así por el rocódromo que tiene dentro. Es un edificio inmenso con unas instalaciones increíbles para cualquier tipo de deporte. Tiene una bolera, pistas de pádel, tenis, fútbol, baloncesto, etc. Y también zonas para la relajación, como saunas, jacuzzis y todo lo que un balneario de cinco estrellas puede tener. Eso sí, no sale nada barato.
Llevo a Rafa a su casa para que no se moje. Ambos tenemos coche, pero nos gusta cuidar el medio ambiente y por eso nos turnamos en usarlo cuando el tiempo no acompaña, para no contaminar demasiado.
- Bueno chaval, nos vemos mañana… o esta noche si te pasas por el Star, te invitaré a unas copas aunque tú seas el dueño.
- Ja ja, qué gracioso eres Rafa. Luego nos vemos.
Conduzco hacia casa con el volumen de la música al máximo. Mi casa y la de Rafa se encuentran en puntas opuestas de Tortuosa, así que me espera un pequeño viajecito por la autovía que bordea la ciudad para no tener que aguantar las colas que se forman a esta hora. Además hoy con la lluvia, todo el mundo habrá sacado el coche de paseo para no quedarse encerrado en casa, así que el tráfico en el centro tiene que ser una locura.
Cuando estoy frente a la puerta principal veo que la luz del salón está encendida, vaya despiste, toda la tarde chupando energía para nada. Saco la llave para abrir la puerta pero en ese mismo instante veo pasar una sombra por la rendija de la puerta y ésta se abre…
- ¡¿Mamá?!
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